El objetivo de Luigi Colani era batir el récord de velocidad de las salinas de Bonneville y para ello eligió el Ferrari Testarossa. A pesar de contar con una estética espectacular y un potente V12 de 390CV, el famoso diseñador italiano buscaba algo único, por lo cual diseñó una carrocería completamente nueva que buscaba la máxima eficiencia aerodinámica y le añadió un par de turbo-compresores al motor para lograr una potencia de 750CV. Con semejantes cifras, consiguió obtener la victoria en su categoría en 1991, atravesando la línea de meta a 350km/h.
Durante 20 años se ha mantenido escondido, y el año pasado fue vendido por 1,5 millones de euros, a través de un distribuidor de vehículos de lujo.